miércoles, 1 de septiembre de 2010

… Un conejo blanco

El título de esta entrada es una respuesta a la pregunta que plantea el título de la película documental ¿Qué tienes debajo del sombrero? que Lola Barrera e Iñaki Peñafiel dirigieron en 2.006.
El conejo blanco no es otro que la artista Judith Scott, responsable en gran parte, del interés de este clan por el Art Brut, y que nos guió (y sigue haciéndolo) por sus extrañas grutas, como a Alicia el suyo.

Cuando ví esta película por primera vez, no pude dejar de sentir que el comportamiento de los enfermos y su trabajo tenía mucha más consistencia moral que el del personal en torno a ellos. La sensación subsiste un poco todavía. Me siguen pareciendo más coherentes y afianzados en la realidad ellos, con sus torpes movimientos y sus quehaceres, que toda la plétora de médicos, psiquiatras y galeristas, que revolotean a su alrededor con una laxitud, en contraste insoportable. Excepción sea hecha de algún instructor, que a pesar de estar cuerdo y sano, se expresa como una persona bastante lúcida.

En cuanto a Judith Scott, su misma manera de pelar un plátano atestigua que hace las cosas a su manera. Esa urgencia por juntar objetos, enmadejarlos todos juntos y asegurarse de que no se suelten, de protegerlos, de amortiguarlos de los golpes, de esconderlos en un abrazo apretado de lana y cintas, le sobreviene seguramente debido a su sordera congénita, ya que no dispone de lenguaje (ni siquiera del de signos) para envolver la realidad, para rondarla, domesticarla y suavizar sus aristas. Exactamente como hace con su cabeza; atarla y fijarla con una bufanda y luego el sombrero, a salvo de las miradas indiscretas y de quien pudiera arrebatarle lo que tiene y lo que es. A pesar de no poder nombrarlo para fijarlo, lo puede retener así, simbólica y literalmente, debajo del sombrero.

El artista tetrapléjico Carl Hendrickson tiene también una obra interesantísima. Casi no puede moverse, pero lentamente y con ayuda del maestro, se fabrica sillas y una pequeña casa a la exacta medida de sus proporciones y movimientos. El mundo no le acoge, así que, como un caracol, construye lenta pero eficazmente una concha que le ampare.

Por último, el pimpollo que sale al final también merece mención especial. De esos que ostentan la credencial de artista como si fuera un título aristocrático. Genial. En su sonrojo podemos vernos retratados nosotros un poquito.

Raquel Reinoso


¿Qué tienes debajo del sombrero?
Lola Barrera e Iñaki Peñafiel, 2.006

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