Intervenir es igual a entrar y salir de una habitación, a gritar en el interior de un túnel o a visitar una a una las estancias de un edificio abandonado. Es decir, intervenir es movimiento.
Bien lo sabía, y nos aleccionó a todos, Einstein, cuando argumentó que un objeto en movimiento actúa sobre un espacio transformándolo. Son la masa y la energía las que definen un espacio. ¡Y todos pensando que el espacio era una gran sala de juegos donde corríamos y sincronizábamos los relojes!
De hecho, intervenir es algo natural. Los niños intervienen en las paredes de su hogar con dibujos, manchas o garabatos, para desgracia de sus padres. El artista, antes que el arte, por paradójico que resulte, intervenía espacios naturales (pensemos en el arte rupestre) y no sólo a través de pinturas realizadas en cavernas o abrigos rocosos, sino transformando el espacio en un lugar sagrado con poder para influir sobre el exterior.
El arte moderno, después de cortar las manos al artista y renegar de su autoría, ha reinventado el termino intervención en un intento de aprehender de nuevo la realidad y situarse en ella. Se han intervenido objetos, obras de arte, cuerpos, puentes, sótanos, libros, revistas impresas, museos, espacios públicos… hasta pequeñas islas han sido rodeadas y artificialmente delimitadas (Surrounded Islands, Jeanne-Claude y Christo)
Creo que intervenimos porque necesitamos dialogar, ya sea con nuestra memoria, con la de los otros o con nuestro entorno. Y como me gustan especialmente los espacios pequeños e íntimos de los libros y de las imágenes, voy a comentar a continuación la obra de tres artistas.
Kunizo Matsumoto (Osaka, 1962), trabajaba fregando platos en un restaurante de un pariente cuando descubrió su gran pasión: los signos tipográficos. Discapacitado intelectual con síndrome de Down, no sabe leer ni escribir, reutiliza material impreso que recoge a su paso. Su obsesión le lleva a construir un lenguaje repleto de ideogramas que copia de forma obsesiva o reinventa generando signos nuevos. El sentido que tiene la palabra escrita para Kunico está más allá del uso habitual del lenguaje.
Otro artista que me fascina es Josef Heinrich Grebing (Magdeburg, 1879 - Grafeneck, 1940). Hombre de negocios que, tras hacerse manifiesta su enfermedad, fue recluido en una institución psiquiátrica y, posteriormente, asesinado por los nazis.
Construía enigmáticos listados, extraños elementos y dibujos sobre sus antiguos libros de contabilidad. Buscaba hallar un orden nuevo del mundo o quizá generar el reflejo de un nuevo mundo que se ordenaba en su interior.
Arnulf Rainer (Baden, 1929) es un artista que quizá no podamos encuadrar dentro del movimiento art outsider de forma ortodoxa, aunque, personalmente, creo que su trabajo guarda demasiadas afinidades con este tipo de arte, tanto por el impulso que lo motiva como por la realización. Ejemplo de ello son sus libros manipulados y las series fotográficas sobre retratos y autorretratos intervenidos con trazos de color. El retrato es amordazado en un gesto violento hasta arrancar de él la expresión que esconde. En algunas de estas composiciones juega con el doble sentido, acentuado en el título, acercando su obra al terreno del surrealismo.
Mar Lozano
(interviniendo a marlo)